Una razón de peso
- Vero Fourzán
- Feb 19, 2018
- 3 min read
En mi primer embarazo subí 24 kilos. Oh si. Veinticuatro, todos y cada uno de ellos. Seis meses después ya había bajado 20 kilos sin hacer ninguna dieta, únicamente con las restricciones que mi pediatra sugirió durante la lactancia y la lactancia misma.
En el segundo embarazo subí 18 kilos, pero ya traía arrastrando los kilitos anteriores más dos Navidades, así que fué básicamente lo mismo. Nada más que en esta ocasión solamente bajé 10. No sé si tiene que ver mi edad o mi metabolismo o simplemente que cambió mi forma de comer.
Cuando la nutrióloga me pregunta qué como, yo respondo: lo que pueda. Simplemente ya no desayuno, en lo que me levanto y me visto y visto a mi hijo y me encargo de que se lleve algo a la boca antes de salir al kinder, me voy muchas veces sin siquiera haber tomado agua. Regreso con mucha hambre y no me preparo un huevo con verduras, me atraganto cualquier sobra del desayuno de los niños, si se puede poner entre dos panes, mejor porque hay mucho por hacer.
La hora de la comida ni se diga, es un campo de batalla entre mi hijo de 3 años que ha decidido que no quiere comer ciertas cosas - hoy, por ejemplo, odia el brócoli. Ayer odiaba todo lo blanco - y mi hija de 1 año que quiere comer todo ella sola. Con la mano. Y con la cuchara. Y con lo que se deje. En lo que convenzo a uno de que no se baje de la silla y a la otra de que se suba a su silla, invariablemente se me enfría el plato. Termino dandole dos picotazos a lo que no me importe comerme frio y corro a lavar los platos para seguir con las actividades de la tarde, que incluyen muchas veces un café y un paquete de galletas.
Estoy todo el día activa, pero no voy al gimnasio. Mi esposo dice que tendría que hacer el esfuerzo y yo le digo que lo correcto sería decir: "tendrías que hacer otro esfuerzo, otro de los muchos esfuerzos que haces en el día". Simplemente sigo posponiéndolo, prefiero "hacer el esfuerzo" de dormir más.
Claro que para la cena ya me muero de hambre. Mientras doy de cenar a todos como un poco de lo que comen ellos y apenas se duermen bajo a hacer algo para mí. Algo que se me antoje. He llegado a la conclusión de que comer lo que se me dé la gana es lo único que hago para mi en el día. Me digo a mi misma: no deberias cenar esto, y yo misma me contesto: me lo merezco, cenaré lo que yo quiera. Y me zampo lo que tenga en frente, sola, sin ruido, sin esfuerzo, viendo un programa que no me importe en qué acaba o de que me pierdo.
Pero esta situación tiene que cambiar, porque estos 15 kilos de más me pesan y no solo en las rodillas. Nada de mi ropa me queda bien: la de maternidad ya no puedo usarla bajo ningún pretexto (mi hija menor ya tiene el año) y la de antes del embarazo todavía no me queda. Cada fin de semana me repito que no tiene caso comprarme ropa nueva porque tengo que bajar de peso y cada fin de semana sufro para encontrar algo decente qué ponerme. Ando vestida de carne, chile y mole y muchas veces he terminado usando alguna playera de mi esposo y eso no me hace sentir bien, se supone que este peso era una circunstancia temporal, pero ya ha pasado suficiente tiempo y empieza a mermar mi autoestima.
Lo más importante para mí, además de mi salud, es lo que le proyecto a mi hija al no estar contenta con mi cuerpo, quisiera que ella aprendiera de mi a amar su cuerpo como es, pero también a cuidarlo y a procurarse una vida sana. Así que es hora de poner manos a la obra.
Empecé con el nutriólogo tradicional pero no me funcionó muy bien. Seguí buscando y encontré un régimen alimenticio que parece que se acomoda muy bien a mis necesidades (no especifica cantidades de comida y me dá un espectro amplio de qué comer y qué no) y en mi primera semana me he sentido bien y motivada. Creo que algo importante ha sido que me estoy dando otras cosas: estos últimos días hice tiempo para ir a desayunar con una amiga, para ir al cine, para hacerme pedicure y arreglarme la ceja y así comer no ha sido lo único que hago para mí ;)

Comments